domingo, 1 de julio de 2018

Pioneras de la normalidad

Los datos que las cámaras de entonces dejaban impresos en la imágenes no me dejarán engañar. Era un nublado día de diciembre de 1995. Las escuelas de iniciación que tuve el honor de crear y dirigir me hicieron ver como el deporte más popular, el fútbol, albergaba muchas injusticias en su seno. Gracias a la apertura de miras de la directiva del Sporting presidida por D.Plácido Rodríguez y en la que se incluía a una pionera de las dirigentes del fútbol español profesional, Margarita Díaz, me permitieron poner los primeros cimientos para erradicar algunas de ellas. Las Escuelas de Iniciación  posibilitaron a los niños de zonas rurales de Asturias jugar al fútbol en las mismas condiciones que los de las ciudades. Pero al mismo tiempo, en ellas observamos como acudían niñas aisladas.  Ahora tocaba quitar el sexo al deporte Rey en mi tierra. Por entonces sólo un club de esforzadas, en Oviedo, el Tradehi, sostenía en solitario la bandera del futbol femenino asturiano. Aquel 2 de Diciembre de 1995, abrimos las puertas de la primera escuela de fútbol femenino de Asturias. El Sporting de Gijón la amparó. No pudo ser en las instalaciones de Mareo, la oposición interna era muy férrea. Cansado de escuchar argumentos tan  elaborados como aquel que me dijo uno de los directivos de la escuela de entonces:"En Mareo no queremos material rajado" en medio de la sorna de todos los que nos rodeaban, planteamos un convenio con la Universidad Laboral en el que conseguíamos unas horas semanales para los entrenos de nuestras chicas. Era preferible avanzar aunque no fuese en las condiciones deseables. Ahora me quedaba convencer a algún compañero (chicas con título para entrenar no había) para que dirigiese el proyecto. Sólo un amigo podía meterse en semejante charco con lo que estigmatizaba dedicarse al fútbol femenino en los 90 y ese fué Juan Herrero. Un año después no encontré a nadie para entrenar al primer equipo femenino del Sporting y tuve que asumir yo el honor de dirigirlo y de acompañarlas al primer ascenso a Primera División.
Y vuelvo aquel día de diciembre. A aquellas 82 niñas valientes, a su alegría por salir a un campo de fútbol sin ser escrutadas con miradas inquisitoriales por su condición sexual, sin rogar el permiso de los chicos, sin que se las relegase a las posiciones que sus compañeros de juego no querían para sí. Por fin podían practicar su deporte preferido en las mismas condiciones que hasta entonces solo habían visto desde una esquina a sus compañeros varones.Sus sonrisas nerviosas mientras bajaban las escaleras de la Laboral hacía su campo central, nunca las olvidaré. Hoy que para los jóvenes de este siglo les puede sonar extraño todo esto, quiero rendir mi pequeño homenaje a aquellas 82 niñas, ahora supongo ya treintañeras,  y que con este montaje que realicé de aquel día se puedan sentir orgullosas de su papel de pioneras en una conquista social que protagonizaron con toda las dificultades que cualquier comienzo tiene como pago.Salud para todas y gracias por ayudarme a demostrar que el fútbol no tiene sexo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario